También conocido como el masaje de la juventud o antiguo camino de la belleza, el kobi do es una práctica japonesa que se puede aplicar tanto para tratamientos de belleza como en forma terapéutica. Su origen hay que rastrearlo en anma, una terapia de masaje japonés tradicional, y remontarse incluso más atrás, en la antigua medicina China. Según aseguran sus especialistas, es un masaje facial que no solo rejuvenece la piel, sino que también promueve la relajación ayudando a reducir el estrés.
“Mi interés por estudiar el arte del kobi do se despierta hace muchos años, cuando me había recibido de terapeuta en el arte del zen shiatsu. Un compañero me comentó que había realizado un curso en España y decidí comenzar a investigar y aprenderlo, ya que en la Argentina no es una actividad muy conocida”, cuenta Karina Constantino, terapeuta de kobi do, que aprendió esta técnica de su mentor Eiji Mino Sensei, el maestro japonés introductor del arte del zen-shiatsu en el país.
Poco a poco, Constantino profundizó en este conocimiento; con los años se especializó en shiatsu para embarazadas y fundó la escuela Tamashi Terapia en la que desarrolla también la terapéutica del arte del kobi do.
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Una sesión regular de esta práctica dura aproximadamente 50 minutos. Comienza con la relajación de la espalda alta, hombros, escote y cuello. Luego se utilizan diferentes técnicas manuales mediante movimientos lentos y rítmicos, con los dedos y las manos sobre el rostro. El paso siguiente es un drenaje energético y luego dígito presión sobre el cuero cabelludo y la cara. El último paso es el más importante, ya que trabaja sobre los meridianos de energía que recorren el rostro completo.
De esa manera, con movimientos suaves y armoniosos, kobi do activa la circulación sanguínea y linfática, y según explican la especialista, los resultados pueden verse desde la primera sesión, cuando el rostro comienza a lucir más relajado, y la piel más luminosa y tersa.
“Todas estas maniobras estimulan la circulación sanguínea y linfática del paciente, eliminando toxinas y aportando oxígeno a la piel, además de producir más colágeno y elastina. Al trabajar sobre todos los tejidos, se relaja la musculatura y disminuye la rigidez facial. Los beneficios a nivel estético pueden observarse en las líneas de expresión más atenuadas, la piel elástica y luminosa, dando como resultado un rostro sereno”, sigue Constantino.
En cuanto al enfoque terapéutico, asegura que equilibra emociones, ya que a través del masaje el paciente llega a una relajación profunda. Esto se debe a que la técnica trabaja sobre el sistema nervioso, ayuda a reducir los niveles de estrés, agitación mental y ansiedad y genera una sensación de bienestar y paz.
Luego de desplazarse de China al Japón antiguo, el kobi do fue rápidamente reconocido por sus resultados bajo el nombre de anma. Los feudales del Japón no tardaron en incorporar maestros de este arte a sus palacios, donde comenzaron a aplicar las técnicas a los ejércitos de samurais, que después de las batallas relajaban sus cuerpos, rostros y mentes aplicando pequeños golpecitos sobre su piel. Esto mejoraba en principio la cicatrización de sus heridas ya que favorecía la circulación sanguínea, pero además lo utilizaban como terapia para potenciar su fuerza interior.
La enseñanza de este conocimiento formaba parte de las artes de la guerra. Recién fue convertido en un ritual de belleza en 1472, cuando Niwata Asako, esposa del emperador Go-Tsuchimikado, advirtió que la técnica producía una apariencia más luminosa de la piel y aliviaba los dolores de cabeza, y enseguida comenzó a aplicarla entre los miembros de la familia imperial. Durante mucho tiempo fue un secreto reservado al círculo de la nobleza, hasta que finalmente trascendió más allá de los muros palaciegos para expandirse de Japón hacia Europa, y luego al resto del mundo.
“Me acerqué al kobi do para adquirir esta técnica y aplicarla como una herramienta de calidad a los tratamientos faciales que realizo habitualmente. Los efectos se notan de forma inmediata: se logra una profunda relajación muscular que se traduce en una sensación de bienestar integral”, afirma Ana Julia Suárez, cosmiatra que desde hace un tiempo incorporó también este masaje facial en sus tratamientos.
“Para mí, este masaje es un viaje directo a un estado de profunda relajación y bienestar, es muy gratificante ver cómo la persona llega de una manera y se va con la energía completamente renovada”, señala por su parte Brenda Gornatti, masajista.
“La técnica básica actúa sobre el sistema nervioso, relajándolo y aumentando la producción de serotonina, llamada la “hormona de la felicidad” y como toda terapia holística tiene como objetivo equilibrar nuestra energía vital, armonizando nuestras emociones y el cuerpo”, sigue Constantino, que ha realizado varias capacitaciones en Europa y Japón para perfeccionar la técnica.
De forma terapéutica, la técnica de kobi do también es utilizada para actuar en casos de cefaleas y migrañas, contracturas faciales producidas por bruxismo, tensión muscular y contracturas cervicales.