En el verano de 2022, Mayra Flores, nacida en Burgos (Tamaulipas) y emigrada “legalmente” con seis años a Estados Unidos, dejó de ser una enfermera, madre de cuatro hijos y casada con un agente de la patrulla fronteriza, para convertirse en un símbolo de las dificultades del Partido Demócrata de retener ese voto latino que suelen dar por ganado. También, tal vez, en la prueba de que Ronald Reagan tenía razón cuando decía aquello de que los hispanos son republicanos pero aún no lo saben.