Los viajes que valen la pena nunca caben en una postal, ya que esa foto no significa nada sin el camino recorrido. Las paradas en la ruta abastecen de combustible, alimento y, sobre todo, de ilusión. Porque todas cumplen siempre con una condición: ser menos que el punto de llegada.
Sin embargo, la república de Panamá hace rato que rompió con esa regla y dejó de ser una escala en los vuelos internacionales para convertirse en el destino mismo. El lugar que debía alimentar las expectativas ahora es la promesa cumplida.
Apenas el avión inicia su descenso y atraviesa las nubes, la primera imagen que ofrece Panamá es una larga estela de barcos de carga y un inverosímil manojo de torres vidriadas amuchadas sobre un pedacito de tierra, como clavadas en una almohadilla para alfileres.
Cualquier video promocional de un país latinoamericano puede mostrar la fuerza del océano Pacífico, la calma del caribe, el vértigo urbano o la voracidad de la selva. Pues bien, este país tiene todo eso a dos horas de distancia entre cualquiera de los puntos. Compras, hoteles 5 estrellas, playas y reservas naturales para aventurarse a pie o surcarlas con una pelota de golf.
El canal de Panamá, motor y símbolo la ciudad
El canal de Panamá está involucrado en el 6% del comercio internacional y aporta un 6,8% al PBI del país. Ese pequeño eslabón del continente americano se convirtió en un polo magnético para los negocios. De los cuatro millones de personas que habitan ese país, un millón son extranjeros. Las finanzas y las corporaciones transformaron a la ciudad colonial en un emporio de sofisticación y lujo.
El paso de un barco de carga por el Canal de Panamá
Sin embargo, se necesitan tan solo 15 minutos de auto desde el aeropuerto de Tocumen para silenciar el barullo citadino y arribar a hoteles como The Santa María, a Luxury Collection Hotel & Golf Resort. Este complejo se encuentra en medio de una urbanización que incluye negocios, restaurantes, canchas de golf y departamentos de mil metros cuadrados que pueden superar fácilmente el millón de dólares.
Pero, el faro de la comuna Santa María es este hotel que logra un perfecto blend entre un servicio exclusivísimo y la vibra caribeña. “Logramos marcar una diferencia en esta propiedad al destacar nuestra cultura indígena”, explica con orgullo María Cecilia Mujica, la directora de hospitalidad.
Los anchos pasillos sirven de salón de exposiciones a un centenar de piezas de arte locales, como máscaras, canastas y otras obras con hojas de palma. “Las columnas están hechas con madera de árbol cuadrado [quararibea asterolepis, para el que entienda], que las encontraron sumergidas en el canal, y que son de calidad suprema y altamente resistentes”, se entusiasma Mujica, pero sus palabras empiezan a solaparse con los olores que se escapan del centro de spa, y todos los sentidos se dirigen a la oferta de masajes con aceites aromáticos y las estaciones de vapor. El menú incluye tanto la pura relajación como la recuperación muscular, y la desintoxicación con envolturas en barro caliente con de algas naturales.
Canchas de golf y un aplauso para el asador
El huésped también podrá disfrutar de un espectacular campo de golf de 18 hoyos diseñado por el mismísimo Jack Nicklaus. Luego de esas largas caminatas por las lomadas verdes, la jornada culminará con un trago de autor en el bar del hotel. Cualquier opción será exquisita, pero si le preguntan a Ray Frías, el bartender del Mestizo, seguramente recomendará “Séptimo”, en homenaje al cine. La copa se presenta en un estricto blanco y negro, gracias a una combinación de mezcal, tinta de calamar y una espuma algo picante a base de sirope de tamarindo y chiles secos (más la ayuda de un sifón con nitrógeno).
La oferta de mariscos, pescados de río y mar es abrumadora, al igual que el café de especialidad. Pero, toda parada rutera tiene que ofrecer un buen corte asado y la gastronomía panameña se luce también en las carnes. En The Grill House, por ejemplo, el amante del asado se puede sorprender con la sutileza del brisket envuelto en costra de cebollas ahumadas.
Estadías de tres, cuatro o siete días en Panamá
Aquí arribamos al meollo del turismo panameño. Todo lo visto hasta aquí se puede disfrutar en una semana o en dos días si se quiere aprovechar las ventajas del stopover de la aerolínea local. El país tiene una reputación intachable como escala en vuelos internacionales, pero también muchísimo para ofrecer hacia sus distintos puntos cardinales. “Panamá es mucho más que un canal. Simplemente, es cuestión de comunicarlo mejor”, asegura Víctor Concepción Peren, miembro de la Asociación Panameña de hoteles, quien luego repite como un mantra: “Una de las maravillas de este destino es que tienes una ciudad con un casco antiguo espectacular, que es Patrimonio de la Humanidad, a cinco minutos de una ciudad cosmopolita, y luego, a pocos minutos, la playa en el Pacífico. Y a una o dos horas, ya tienes el Caribe”.
La república de Panamá propone distintas piezas turísticas para encastrar con unas pocas horas de transporte. A la ciudad, se le arriman las tres grandes zonas del Caribe: Bocas del Toro, el área de Colón y la comarca de San Blas, donde, al ser una reserva protegida, se puede vivir una experiencia bien playera, lejos de las cinco estrellas.
Pero a esta experiencia también se le debe adosar la riviera del Pacífico, donde el clima es un poco más amable con el visitante, y el sol y la playa se pierden en las montañas. Aquí la oferta hotelera se distingue por la preservación del medio ambiente. Por ejemplo, para levantar el Buenaventura Golf & Beach Resort Panama (Autograph Collection) se calculó el largo potencial de las raíces de un impresionante árbol de más de 100 años y toda la construcción se hizo a su alrededor.
Este hotel tiene un centro de recuperación de animales y un sendero de avistamiento de aves. “Al tener fuentes de agua permanentes, vamos a observar muchos playeros y mosqueros que cazan los insectos. Aquí se reportó el último pájaro aceitero, que en Venezuela se llama ‘Guácaro”, recuerda Fernando, el guía del staff.
Ms allá de estas actividades pensadas para el entretenimiento familiar, este hospedaje se esmera en preservar la cultura autóctona de la zona. Las 114 lujosas habitaciones respetan los colores y la idiosincrasia de la arquitectura colonial. Y la capilla de la propiedad, que es anterior al hotel, es un punto turístico y de eventos en sí mismo.
Por supuesto, la naturaleza no opaca la gastronomía local (adaptada al perfil internacional de los huéspedes), el laboratorio de cacao ni los servicios de spa o los paseos en kayak. Y pese a la sucesión de atracciones, el visitante aún no llegó a playas blancas. A unos 60 metros, detrás de las palmeras, espera un tibio y arrebatado océano Pacífico. Pero claro, al momento de elegir la siguiente actividad, el visitante ya perdió noción de cuántos días iba a estar en Panamá o cuál debía ser su próxima parada.
Datos útiles de Panamá
Cómo llegar. Copa Airlines ofrece varios vuelos diarios de unas siete horas desde la Argentina (incluso, sin necesidad de pasar por Buenos Aires)
Moneda. El Balboa tiene una relación de 1 a 1 con el dólar estadounidense, que es el papel circulante.
Shopping. Las principales marcas internacionales tienen representación en Panamá. Los precios son sensiblemente más bajos que en Argentina, pero se necesita invertir tiempo para recorrer. Hay varias zonas de comercio franco donde se pueden encontrar precios más convenientes.
Traslados. En la ciudad, el transporte público y las aplicaciones ofrecen amplísima cobertura.