Tras ser internado el sábado último en el Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú con un cuadro de neumonía, Pablo Alarcón, de 77 años, fue trasladado este miércoles a otro centro de salud para continuar con el tratamiento. Su exesposa, Claribel Medina, fue quien le contó a LA NACIÓN las novedades del actor, quien evoluciona favorablemente.

“Está en el IMAC (Instituto Médico de Alta Complejidad, ubicado en la avenida Díaz Vélez al 4300), feliz porque ya lo recibieron con todo y respira mejor”, señaló Medina. La noticia llega tras varios días sin novedades con respecto al estado de salud de Alarcón y la intervención de la obra social de la Asociación Argentina de Actores, que logró su traslado al mismo centro en el que se encuentra internado Roly Serrano.

Recordemos que el último domingo, por la noche, Alarcón respondió por WhatsApp el mensaje que este medio le había enviado horas antes para saber cómo se encontraba de salud. “Acá estoy, fue una semana muy dura”, contó el actor, quien era muy optimista y aseguraba que un día después iba a recibir el alta. “Pablo está con un cuadro de infección pulmonar, una neumonía bilateral. Los médicos, por el momento, le prohíben hablar para que pueda descansar y que la respiración se estabilice. Está con antibióticos, muy bien atendido por el personal del hospital”, confirmó ese mismo día Claribel Medina, la madre de las dos hijas del querido actor, Antonella y María Agostina.

A mediados del año pasado, su nombre volvió ser noticia. Aunque venía de ser parte de la serie Barrabrava, de Prime Video y de hacer teatro en Mar del Plata con Rotos de amor, su crítica situación económica hizo que decidiera hacer teatro a la gorra en las plazas. Un video sobre una de esas actuaciones se viralizó en las redes sociales y su situación pasó a ser noticia. “Es un momento de mi vida en el que me toca hacer esto, quizá devolviéndole de alguna manera a la sociedad. Bueno, mejor dicho, yo no le debo nada a nadie, los gobiernos corruptos me deben a mí, los ladrones que se fueron y se llevaron todo”, contó en aquella oportunidad a LA NACIÓN.

Durante ese misma charla habló de su situación económica. “Soy jubilado, cobro la mínima, me ayudan mis hijas y soy un buscavidas. Mientras pueda estar de pie, no me van a voltear”, señaló el intérprete que formó parte del exitoso ciclo televisivo Alta comedia y de telenovelas como Rosa de lejos, Regalo del cielo y Mujercitas, que después de más de cinco décadas de trayectoria dio vuelta el timón y, durante la pandemia, se animó a producir un show personal de cocina y música.

El texto elegido que presentó junto Augusto Gavilán, su profesor de música, fue un retazo del libro Discurso de la servidumbre voluntaria, escrito en 1548 por el filósofo francés Etienne de La Boétie, que reflexiona sobre a corrupción. Alarcón había tomado como costumbre salir de su casa con los instrumentos, montar un mínimo escenario, ponerse unas calzas y camisetas térmicas que le había regalado una de sus hijas y presentarse los domingos por la tarde en Plaza Francia, frente a la Iglesia del Pilar y al Cultural Recoleta.

Yo soy un laburador. A mí no me voltea nada. Me van a voltear el día que me entierren. Soy un luchador”. Al mismo tiempo insistió: “No necesito laburar más, esa es la realidad. Lo que yo necesito es ganar guita para vivir –admitió en otra oportunidad-. Hago teatro en una plaza porque tengo dignidad. No tengo vergüenza. A la guita no me la fumé en pavadas, me la fumó el país. En la 1050, el corralito, el dólar. Todo. A mí me agarró desprevenido, me pasaron cosas personales, pero no soy el único”.

Pero hubo un momento en el que sí se topó con una situación económica que le jugó a su favor. “Habrá sido en el 69, con la obra de teatro de Alejandro Doria, Plaza Suite. El día que fui a comer al restaurante Pippo y, en vez de pedirme fideos con tuco, me pedí un bife de chorizo, me di cuenta de que ya podía vivir mejor. Y, después, con mi primer gran sueldo, me compré un Citroën 2CV”, recordó alguna vez. A los pocos años, vinieron, para todos, días oscuros. La Triple A [la Alianza Anticomunista Argentina] fue a buscarlo a su casa. Preguntaron por su nombre real, Rodolfo Marabotto y él les contestó que era Pablo Alarcón. Uno de ellos lo reconoció por sus trabajos en la televisión y, con el arma en la mano, le pidió un autógrafo. Le dieron un beso en la mejilla y se fueron. Al día siguiente, partió a Italia, en donde vivió durante cuatro años.

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