Siguen las repercusiones por el “tableu vivant” o “cuadro viviente” de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos en París, que tuvo lugar el pasado viernes. La escena protagonizada por drag queens, una modelo transgénero y un cantante disfrazado de Dioniso (Baco, en la mitología romana) provocó críticas de cristianos, católicos y conservadores en todo el mundo, al ser interpretada como una supuesta parodia de La última cena, la célebre pintura de Leonardo da Vinci que representa la despedida de Jesús de sus doce apóstoles, archiparodiada en la pintura, la fotografía, el cine y la televisión, de Luis Buñuel a Los Simpson, y de Marcos López a Los Soprano.

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El comité organizador de los Juegos Olímpicos se disculpó con aquellos que se habían sentido agraviados, como la Iglesia católica de Francia, mediante un comunicado que se difundió en la prensa y en redes sociales. Para muchos usuarios de redes sociales, la escena del acto de apertura representó una nueva ocasión para atacar a la comunidad LGBT.

“Está claro que nunca hubo intención de faltarle el respeto a ningún grupo religioso”, dijo la portavoz de París 2024, Anne Descamps, en una conferencia de prensa. “Creemos que este objetivo se logró. Si alguien se ha sentido ofendido, lo lamentamos mucho”, acotó. También el director creativo de la ceremonia, el actor francés Thomas Jolly, hizo declaraciones al respecto. “No quise ser subversivo ni burlarme ni escandalizar… En Francia podemos creer o no creer, pero tenemos muchos derechos y quería transmitir esos valores a lo largo de la ceremonia”, dijo.

También el cantante francés Philippe Katerine (Baco pintado de azul) pidió disculpas pero negó que se hubiera parodiado La última cena. “Fui educado como cristiano y lo mejor del cristianismo es el perdón. Para mí es lo más hermoso que existe: el perdón. Por eso pido que me perdonen si ofendí a alguien. Y los cristianos del mundo me lo concederán, estoy seguro. Y comprenderán que en gran parte fue un malentendido, porque en el fondo no se trataba en absoluto de representar La última cena”, dijo.

Op de #OpeningCeremony van #Paris2024 werd een tableau vivant (een levend schilderij) getoond van ‘Het Feest van de Goden’ van Jan van Bijlert uit 1635 (bewaard in het museum in Dijon). Apollo, de Zonnegod, is herkenbaar aan de stralenkrans, Bacchus aan de druiven op zijn hoofd. pic.twitter.com/gzLk1APOIy

— Walther Schoonenberg🎗️ (@WSchoonenberg) July 28, 2024

Para colmo, después de la ceremonia trascendió que la obra parodiada no era de la de Da Vinci (que por otra parte no tuvo una relación armónica con la Iglesia católica) sino El festín de los dioses, del pintor barroco neerlandés Jan van Bijlert. La obra, de 1635, se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Dijon, en Francia. El historiador del arte neerlandés Walther Schoonenberg publicó en la red social X un informado “hilo” en el que desmiente que la obra parodiada haya sido La última cena.

“En la ceremonia de apertura de #Paris2024 se mostró un tableau vivant (un cuadro viviente) de ‘La fiesta de los dioses’ de Jan van Bijlert de 1635 (conservado en el museo de Dijon). Apolo, el dios sol, es reconocible por la aureola y a Baco por las uvas que tiene en la cabeza”, escribió Schoonenberg al inicio de su cátedra virtual.

El festín de los dioses pone en escena la boda de Tetis, una nereida, y Peleo, el rey de los mirmidones, a la que asisten dioses y mortales. La boda de los padres de Aquiles ocasionó, según la mitología griega, la guerra de Troya. Eris, la diosa de la discordia, que no había sido invitada al banquete, lanzó una manzana dorada con la inscripción “Para la más bella”, que se disputaron tres coquetas divinidades: Hera, Afrodita y Atenea. Tras ser elegida por Paris, el príncipe de Troya, como “la más bella”, Afrodita le concedió el amor de la mujer más bella del mundo: Helena de Esparta. Lo que provocó este “concurso de belleza” se puede leer en la Ilíada.

LA NACION consultó a dos reconocidos historiadores del arte: Andrea Giunta y José Emilio Burucúa.

“Las versiones descalzadas de La última cena son parte de la tradición de la historia del arte; los desvíos e incorrecciones dependen de la perspectiva de quien mira -dice Giunta-. La última cena del cuy en la Catedral de Cuzco puede parecer desviada, como también The Dinner Party de Judy Chicago, obra central del Museo de Brooklyn en Nueva York, donde sienta a 39 comensales en tres ‘últimas cenas’, en una mesa triangular que alude al pubis, con platos en los que diseña vaginas, una para cada una de las mujeres que quiere reconocer, subvirtiendo una iconografía de varones por otra de mujeres. Y qué podríamos decir de La última cena protagonizada por artistas queer y prostitutas orquestada por las Yeguas del Apocalipsis, de la mano de Pedro Lemebel, en Chile, durante la dictadura de Pinochet”. Para Giunta, la versión con drag queens sería otra versión contemporánea.

“Debería quizás celebrarse que un tema que atraviesa toda la historia se actualice en función de cuestiones contemporáneas, de integración, y que un tema tan crucial para el catolicismo pueda ser activado en función de un mensaje de reconocimiento de la diversidad en pos de la integración -destaca la autora de Diversidad y arte latinoamericano-. Si se observa el ‘tableau vivant’ desde una comprensión ampliada, que contemple el respeto por las diversidades, es una versión humanista. Aun así celebro el cuestionamiento que provoca, porque debatir, disentir, siempre es enriquecedor”.

“Es una broma, bastante grosera, pero una broma -considera Burucúa-. Hay que recordar que era frecuente en los ioca monachorum, ‘juegos de los monjes’, parodiar y burlarse de la Biblia durante toda la Edad Media. En el siglo V aproximadamente, se atribuyó a Cipriano una historia burlesca que contaba el caso de cierta cena de bodas (Coena Cypriani) a la que habían asistido Eva, Caín, Abel, Abraham, Moisés, otros personajes del Antiguo Testamento, la Virgen María y hasta el propio Jesús. El anfitrión, el rey Joel, descubrió un robo durante el banquete. Fue descubierto el ladrón, que resultó ejecutado y enterrado allí mismo por todos los asistentes a la fiesta. En el año 855, el gran teólogo Rábano Mauro escribió y comentó aquel texto; aclaró entonces que se trataba de una pieza de mnemotecnia que, por tratarse de una broma y de provocar risa, ayudaba a los fieles cristianos a retener nombres y episodios del Antiguo Testamento. Si mal no recuerdo, Umberto Eco mencionó la Coena Cypriani en El nombre de la rosa”.

“Téngase presente que, en su film Viridiana, Luis Buñuel filmó una parodia semejante a la que acabamos de ver en los Juegos: una banda de trece malhechores, guiados por un ciego, invade la casa de Viridiana y organiza un banquete con la preciosa vajilla de la joven refinada -recuerda Burucúa-. En un momento determinado, una mujer de entre los forajidos saca una fotografía con la vagina, y los personajes reproducen posturas, ademanes y gestos de las figuras de Leonardo en La última cena. El ciego, el más tunante de la banda, es el reemplazante de Jesucristo. En conclusión, hay una buena cantidad de antecedentes de blasfemias de este tipo en la historia de la iconografía cristiana. A no desgarrarse las vestiduras, por favor. Mal gusto y suficiente”.

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