Soy pacifista. De hecho, no conozco a nadie en su sano juicio que esté a favor de la guerra, salvo los fabricantes de armas y sus compinches (siempre y cuando ni ellos ni sus hijos tengan que ir al frente, claro está). El problema es que, para preservar la paz, no basta con ser pacifista; además, hay que responder algunas preguntas. Allá van unas cuantas.
España, 1936. No deberíamos olvidar que la Guerra Civil no se desencadenó exactamente porque un grupo de militares felones diera un golpe de Estado contra la II República, sino porque el gobierno de la II República se opuso a él de la única forma que podía oponerse: con las armas. ¿Qué hubiera debido hacer? ¿Aceptar el golpe? En ese caso, es obvio que la guerra no se hubiera producido y que, aunque nadie sabe si nos hubiéramos ahorrado los 40 años de dictadura posteriores, seguro que muchísimas de las vidas que se perdieron se hubieran salvado. ¿No debió resistirse el gobierno de la II República? ¿Se equivocaron los republicanos que lucharon por sus libertades en el campo de batalla durante tres años terribles? ¿Hubieran debido claudicar el primer día para preservar la paz? Y, puestos a preguntar, ¿qué clase de paz hubiera sido esa? ¿Hubiera podido llamarse paz?
Otro ejemplo. Europa, 1939. Hitler, que ha declarado sus intenciones desde el primer día (basta con leer Mein Kampf) y que las está llevando a la práctica desde el poder (Austria, Checoslovaquia), invade Polonia y provoca la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué hubieran debido hacer los polacos? ¿No enfrentarse a los nazis? ¿Y qué hubieran debido hacer los rusos dos años más tarde, cuando Hitler irrumpió en la Unión Soviética? ¿Hubieran debido recibirlo con los brazos abiertos? ¿Y cuál hubiese sido la actitud correcta de los aliados (EE.UU., Reino Unido) frente a la ofensiva general de Hitler? ¿No oponerse a ella? Si nadie hubiese plantado cara a Hitler, seguro que no hubiera habido guerra ni hubieran muerto muchas de las muchísimas personas que murieron en ella, pero ¿hubiese habido paz? De nuevo: ¿qué clase de paz? Bertrand Russell, encarnación de la decencia, pacifista y opositor a la Primera Guerra Mundial (y a la de Vietnam), opinó que había que combatir a Hitler. ¿Qué pensamos los pacifistas de hoy? ¿Se equivocaron los hombres de medio mundo que pelearon contra Hitler, igual que los españoles que pelearon contra Franco?
Adivino lo que están pensando: que también Putin avisó casi desde el primer día (nunca ocultó que, a su juicio, la caída del imperio soviético era una calamidad, ni que lo deseable era reconstruirlo) y que, casi desde el primer día, puso en práctica su aviso (Georgia, Chechenia, Crimea, Donbass). De nuevo: ¿qué hubieran debido hacer los ucranianos cuando los tanques rusos entraron a sangre y fuego en su país en febrero de 2022? No sabemos de un solo ucraniano que esté feliz con la guerra, pero ¿qué hubieran debido hacer para preservar la paz? ¿Entregarse al invasor? De haberlo hecho, no cabe duda de que no hubiera estallado la guerra y se hubieran ahorrado muchas vidas, pero ¿qué paz hubiera sido esa? ¿Hubiera podido llamarse paz? Y, por cierto, ¿qué hubiéramos debido hacer nosotros con los ucranianos? ¿Exigirles que no se defiendan? ¿No ayudarlos a defenderse y, en nombre de la paz, permitir que Putin haga con ellos lo que quiera?
Más preguntas: ¿qué haremos si Ucrania cae y, al cabo de un tiempo, Putin va a por el siguiente, y el siguiente intenta defenderse? ¿Le diremos que allá se las componga, que al fin y al cabo nosotros estamos muy lejos de Putin y que con nosotros no se va a meter?
¿Alguien escribirá dentro de unos años una versión del celebérrimo poema de Martin Niemöller, aquel en que el pastor luterano alemán reprochó a sus conciudadanos que no protestaran cuando los nazis se llevaron primero a los comunistas y luego a los socialdemócratas y luego a los sindicalistas y luego a los judíos, y que termina: “Cuando vinieron a buscarme a mí, / ya no había nadie más que pudiera protestar”?
Estas son algunas de las preguntas que, me parece, deberíamos plantearnos los pacifistas. Yo solo espero que nunca tengamos que responder a las últimas.